Veamos cómo evoluciona la idea de ciudad en la era industrial y cuáles son sus esencias.
La noción de ciudad experimenta un vuelco espectacular a partir del siglo XIX. La acumulación de máquinas movidas por la fuerza del vapor en grandes naves próximas a las ciudades hace aparecer el concepto de fábrica y de industria fabril.
Proceso del sistema de producción doméstico preindustrial (Domestic System).
Se sustituye el sistema de producción conocido como domestic system –trabajar en el hogar la materia prima proporcionada por el empresario, que pasa a recoger luego el producto elaborado-, por el factory system, el trabajo en las fábricas.
A partir de aquí, el campesinado no tuvo más remedio que emigrar a las ciudades, que se convertirán en grandes aglomeraciones urbano-industriales. Su rasgo principal será la acumulación en el espacio de infraestructuras, edificios, habitantes, vías de comunicación, medios de transporte y, por qué no decirlo, ruidos, humos y stress.
Grandes naves industriales, altas chimeneas, humos, puentes de hierro, el ferrocarril, ajetreo, extensión de las ciudades en el espacio...; arrancaba la era industrial
Grandes naves industriales, altas chimeneas, humos, puentes de hierro, el ferrocarril, ajetreo, extensión de las ciudades en el espacio...; arrancaba la era industrial
La explosión urbana
A mediados del siglo XVIII, Manchester tenía unos 35.000 habitantes. Tan sólo 50 años después y gracias a la concentración de máquinas de vapor en las fábricas su población pasó a ser de 70.000 habitantes.
Máquina de Vapor del siglo XIX.
Luego, el fenómeno se extendió por toda Europa. La ciudad siguió teniendo muchos de los atributos que la definían en épocas pasadas, pero ahora se añaden nuevos elementos de la era fabril: las fábricas, los nuevos barrios burgueses y obreros, las estaciones de ferrocarril, los puertos y los mercados.
Macización y verticalización de la trama urbana
En cambio desaparecen, en muchas ocasiones, otros elementos preindustriales como las murallas, que estorban al crecimiento urbano, o muchos patios y corrales en los que se construye. Los espacios se macizan –no hay espacios vacíos en la trama urbana- y se verticalizan -los edificios crecen verticalmente con la revalorización y la especulación del suelo que conlleva su fuerte demanda-.
Edificio Fábregas, (1944), primer rascacielos de Barcelona con quince plantas.
Para leer un bonito artículo sobre su historia pincha aquí
La ciudad se convierte, según la concepción del geógrafo francés Paul Claval, en un gran aparato digestivo a donde llegan, a través de carreteras, puertos y ferrocarriles, obreros y materias primas; y salen, por las mismas vías, productos elaborados y deshechos de la industria y el consumo.
Tiempos difíciles para los obreros de las fábricas
La literatura, el cine o la pintura han recogido testimonios de las consecuencias de la industrialización en la vida de los hombres de los primeros tiempos del maquinismo. Recordemos aquí, por ejemplo y a modo de paréntesis y remanso en el arte, la película Tiempos Modernos de Chaplin, la novela Tiempos difíciles de Charles Dickens o el cuadro de la Gare de Saint Lazare, comida por el humo, del pintor impresionista Claude Monet.
Gare de Saint Lazare (estación París), cuadro de Claude Monet (1877).
Mientras la burguesía acondicionaba sus barrios cerca de los cascos históricos y los dotaba de todas las comodidades de la época –recuérdese ese modelo de urbanismo decimonónico que es el ensanche barcelonés del Ildefonso Cerdá, el Plan Cerdá-, la clase obrera se hacinaba en los barrios cercanos a las fábricas, depauperados y desasistidos por las autoridades.
Ensanche de Barcelona ideado en 1860 por Ildefonso Cerdá.
En este contexto, es lógico que surgieran propuestas para que la ciudad fuera un espacio habitable para todas las clases sociales. Se trata del llamado urbanismo utópico.
El fracaso de la ciudad ideal y la reacción proletaria
El objetivo era diseñar la ciudad ideal, equilibrada y saludable. Conocidos son la ciudad-jardín de Ebenezer Howard o los Falansterios de Fourier.
Aunque dejaron su poso, todos estos intentos fracasaron y el obrero siguió viviendo de forma infrahumana de ahí que, como bien señala Chueca Goitia, en su precioso libro Breve historia del urbanismo, “en barriadas donde las condiciones de vida eran atroces y donde la concentración obrerista alcanzaba cifras tan elevadas, es lógico que fermentara la subversión social” Chueca Goitia se refiere así al surgimiento del comunismo, el anarquismo o fenómenos como el ludismo, ideologías proletarias.
Proyecto de Ciudad-Jardín de Howard de 1902. Proyectaba una ciudad de escala humana,
intercalando espacios verdes y edificados y con el suelo de propiedad pública.
La sociedad del bienestar y el “boom” del individualismo a cuatro ruedas
La mejora de las condiciones de vida de los trabajadores vino de la mano de la sociedad del bienestar, que se impuso en el mundo occidental ante el temor de la extensión del comunismo soviético durante los años de la Guerra Fría.
El momento histórico tuvo su reflejo en el espacio urbano con el abandono de la actividad industrial en las zonas próximas a las áreas residenciales de los trabajadores, que empezaron a dotarse de servicios.
La extensión de la calidad de vida permitió al trabajador tener un piso comprado a plazos, televisor, lavadora y coche. Estamos en los años 50 y 60 del siglo XX y la propiedad privada, el consumo y el individualismo se van imponiendo como valores de la vida urbana, aportando nuevos significados, por tanto, al concepto de ciudad. Y, en este sentido, el paradigma es el automóvil, gran tirano del planeamiento urbano de la segunda mitad del siglo XX.
El tráfico favorece la disociación de lugares de trabajo y residencia y permite al ciudadano, a partir de ahora, gozar de gran libertad de movimientos. Pero acarreará, de la misma forma, una serie de problemas importantes como la contaminación atmosférica, el ruido, los accidentes o la gestión del tráfico, especialmente en los centros históricos, diseñados para viandantes, calesas y cabriolés, y no para automóviles o camionetas.
Coches estacionados en la Ciudad Vieja de A Coruña (fotografía de "La Opinión A Coruña").
La ciudad como fenómeno dinámico
La ciudad como se ve es un fenómeno dinámico que va evolucionando con los avatares económicos. El éxito de las sociedades industriales occidentales irá creando un nuevo tipo de ciudad, cada día mas determinante en la planificación del territorio, y el surgimiento de auténticas metrópolis, centros de innovación tecnológica y comercial, difusoras de ideas y valores al resto del territorio.